Sedúcete a ti mismo…

Rinad no podía dormir, estaba muy nervioso esa noche. Se levantó de la hamaca y anduvo a tientas, intentando no hacer ruido para no despertar a Kheldar, Francis y Stomp, que soñaban plácidamente. La madera crepitaba bajo cada uno de sus pasos. Rinad se dirigió, entre las sombras que proyectaba el candil, hacia la puerta. Empuñó el pomo y salió afuera. Una suave brisa le recibió refrescando su cara sudada. Rinad divisó a varios metros a Balleck, haciendo la ronda de vigilancia junto con Roberto y James. La noche era espléndida sobre la cubierta del barco. Rinad se acercó hacia ellos.

– No puedo dormir – dijo Rinad – ¿Os importa que me una a vuestra conversación?

Balleck le acogió con una sonora palmada en la espalda.

– ¡Cómo no, viejo amigo! ¡Qué mal aspecto tienes, Rinad! jajaja

– Llevo despierto 3 horas escuchando los ronquidos de Kheldar y pensando. No puedo conciliar el sueño.

– La noche está muy tranquila por aquí – dijo Roberto -. Siéntate con nosotros y cuéntanos qué te preocupa, Rinad.

– Balleck, James, Roberto… quiero aprender a ser un seductor, pero no sé ni cómo empezar. Me siento mal. Me acuerdo de ella, sus fantasmas recorren mi memoria. Ella me rechazó. Intenté enamorarla, pero… no sé ni por dónde empezar. Y ella se aleja de mí. Estoy triste y molesto, siempre me sale todo mal. Mi pasado está plagado de fracasos, soy un desastre y no valgo para nada. ¿Qué es lo que me pasa?

– Rinad, hace mucho tiempo, en un lejano país -dijo James Bond, mientras sus ojos se dirigían de la Luna hacia el joven- había un rey enamorado de la vida y, sobre todo, enamorado de su jardín. No era un jardín real cualquiera, era el más fantástico de los jardines, el agua corría sonoramente por las majestuosas fuentes, y se podían encontrar las más raras y únicas especies, plantas traídas de los más diversos países del mundo, regaladas por los monarcas de otros reinos cada vez que visitaban al rey. Había decenas de jardineros cuidándolo constantemente. Él rey paseaba por allí cuando quería descansar y pensar en sus asuntos, disfrutando de los intensos colores, de las vistas de las flores más hermosas, deleitándose con el perfume de las más bellas flores. El rey estaba muy contento y satisfecho con su jardín. Ningún visitante marchaba del reino sin contemplar el maravilloso jardín real, y llevarse de regalo alguna de las más bellas y aromáticas flores.

El rey tuvo que abandonar su esplendoroso jardín por algún tiempo -siguió James-. A su regreso, el rey entró en su precioso jardín y encontró que los árboles, arbustos y flores estaban marchitándose y muriendo.

El roble dijo que estaba muriéndose porque no podía ser tan alto como el pino. Volviéndose al pino, el rey lo encontró cayéndose porque no podía tener uvas como la vid. La vid se estaba muriendo porque no podía florecer y ser tan hermosa como el rosal. El rosal se marchitaba lamentándose porque no podía ser alta y sólida como el roble.

Finalmente, después de haber escuchado las quejas de toda la flora del jardín, el rey se acercó a una planta de pensamientos, floreciente y tan fresca como siempre.

«¿Cómo es que tú te mantienes tan fresca y bonita, y creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío?» – Habiéndole preguntado qué le sucedía, el rey recibió esta respuesta:

«Yo di por sentado que cuando me plantaste querías pensamientos. Tú me querías así como soy. Si me hubieras querido alta, habrías plantado un roble; si hubieras querido uvas, habrías puesto una vid en mi lugar y si hubieras querido el color y aroma de las rosas, habrías plantado un rosal. Dado que no puedo ser ninguna otra cosa salvo lo que soy, decidí serlo de la mejor manera que pueda. Pensando que esto que soy es lo que tú deseabas, me he dedicado todo el tiempo a expresar mi verdadero y auténtico ser…»

Rinad escuchó atentamente las palabras de Bond. Las olas se mecían suavemente en la oscura noche. Una refrescante brisa de aire cruzó a través de sus sombras. Balleck prosiguió hablando:

– Rinad, estás aquí porque la existencia te necesita tal y como eres. Si no fuera así, habría otra persona en tu lugar. Estás llenando un espacio muy esencial, muy fundamental. Tal como eres.

¿Por qué convertirse en Buda? Si Dios hubiera querido otro Buda, podría haber creado tantos como hubiera querido. Hizo un solo Buda y fue suficiente. Desde entonces no ha creado ningún otro Buda, ni ningún otro Cristo, ni ningún otro Krishna. Te ha creado a ti. ¡Piensa el respeto que el universo te ha demostrado! Tú has sido elegido: ni Buda, ni Cristo, ni Krishna.

Ahora es tu turno. El lugar es aquí y el momento es ahora. El mundo quiere un poco más de ti. No dejes escapar tu esencia. Estás aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente mírate a ti mismo. No hay posibilidad de que seas otra persona. Ellos ya hicieron su trabajo, ya contribuyeron con su perfume a la existencia. Ahora tú estás aquí para contribuir con el tuyo.

Mírate. Sólo puedes ser tú mismo. No existe ninguna posibilidad de que puedas ser otro. Puedes disfrutar y florecer tal como eres, o puedes marchitarte en tu condena.


CONTINÚA…

3 comentarios sobre “Sedúcete a ti mismo…

  1. James Bond por casualidad estudia literatura? es fascinante escribiendo, muy inspirador, transmite un espíritu aventurero y sus palabras seducen
    Un saludo para todos desde la otra parte del mundo, Perú

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