¡ Ah hermano, qué más puedo contarte!

Lo más delicioso es que ellas lo desearon desde un momento, fue su voluntad y es obvio que debía complacerlas.

Habíamos salido varias noches juntos, ya sabes, lo usual que hacen los amigos. Unas cervezas con alitas, un par de helados. Lo normal.

Un par de semanas después y nos tocó ir a un salón de baile. Siempre fui cuidadoso de no darle más atención a una que la otra, al ser un natural, siempre tratas a todas las mujeres igual. Las celebras, sonríes con ellas, bailas el momento. Ninguna debe sentirse nunca menos que la otra, ninguna.

Bailamos, una se iba a sentar, luego la otra. Yo seguía imparable a cada paso. Bebimos bastante, decidimos que era buena idea volver a casa. Luego de varios vinos María, la más joven salió a fumarse un cigarro al balcón, la seguí. Mirábamos hacia el horizonte y le fue poniendo la mano en su espalda, ella no lo notó, yo tampoco, pero la naturalidad con que un hombre toca a las chicas sin ser pesado ni «tocón» la hacía estar en confianza. Sus labios estaban entreabiertos, su cuello tibio. Con la parte de afuera de mis dedos le rocé las mejillas. Me miraba hipnotizada, su juvenil belleza me tenía loco, le tomé sus manos y se las besé, la traje hacia mí y nos pegamos muy delicioso. Nos besamos tan rico, tan lento. El calor de su cuerpo de brasileña me encendía cada vez más.

Tibia, tierna y flamante me besaba, yo la degustaba a cada segundo, ella sabía que estaba ante la presencia de un hombre que adora la mujer. Bebía de mi como hace unos minutos hacían ella y su prima del vino blanco que espumeaba en las copas. Vino blanco, interesante comparación a mi manera de besar…

Su prima nos esperaba en el otro cuarto, había tomado bastante.

Publicado por JBalleck

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